Nota Publicada en el Diario Perfil el domingo 29 de Junio (http://www.perfil.com/columnistas/La-economia-real–mas-alla-de-Griesa-20140629-0029.html)
De nuevo otro giro en la saga hold outs. Tuvimos varios ya. Y probablemente tendremos otros.
El jueves pasado el gobierno argentino, mediante un comunicado, informó haber transferido los fondos necesarios para honrar el vencimiento del bono Discount del lunes próximo. La parte correspondiente a los bonos con jurisdicción New York, USD539 Millones, los depositó en la cuenta del Bank of New York (BoNY), que es el agente pagador de dichos bonos. Con ese acto, puso en claro que no acataría el fallo de los tribunales de New York, que lo obliga a pagar a los holdouts (Elliot y otros) en idéntica proporción que a los tenedores de bonos reestructurados. En este caso, dado que Argentina transfirió el 100% del vencimiento del lunes, debió haber depositado el 100% del fallo, esto es, USD1,500 Millones.
Ese mismo jueves, el juez Griesa no hizo lugar a la solicitud argentina de reponer el stay, que dejaría en suspenso el fallo hasta tanto Argentina negocie cómo pagarles a los holdouts. Y llamó a las partes a una nueva audiencia para el viernes a la mañana. En el comunicado del jueves, el gobierno argentino se anticipaba a cualquier medida que el juez Griesa pudiera tomar que impidiese que se efectivizara el pago de los bonos reestructurados, responsabilizando al juez y al sistema judicial americano de los futuros problemas que deberá enfrentar la Argentina como consecuencia de ello. Asimismo, acusaba a Griesa de falta de imparcialidad y amenazaba con eventuales presentaciones en tribunales internacionales.
Claramente, el depósito de los fondos y el comunicado fueron una vuelta atrás hacia una posición más hostil del gobierno, similar a las que adoptó la Presidenta, primero, y su ministro de Economía, después, inmediatamente luego de conocerse la negativa de la Corte Suprema de los EE.UU. a considerar la apelación planteada por la Argentina.
Y así lo tomó el juez Griesa. En la audiencia llevada a cabo el viernes, sostuvo que el depósito de los fondos para pagar el vencimiento de bonos reestructurados nada tenía que ver con la supuesta intención del gobierno argentino de llevar adelante una negociación con los holdouts. Y como los fondos depositados eran insuficientes para cumplir con el fallo y con el pago del vencimiento de la deuda reestructurada, el BoNY no transferirá los fondos que Argentina había depositado para cumplir con el pago de los bonos reestructurados. De esta manera, Argentina incumplirá el pago del vencimiento pactado para el próximo lunes, y comenzará a correr el período de 30 días de gracia para realizar dicho pago y evitar el default de la deuda reestructurada. Claro que para que ello sea posible deberá sentarse a negociar, tal como se lo volvió a sugerir el juez Griesa, y alcanzar un acuerdo con los holdouts.
El problema es que negociar con el objetivo de honrar el fallo, tampoco resulta, a esta altura, una tarea sencilla por varias razones. En primer lugar, porque el gobierno y sus representantes tendrán que hacerlo desde una posición de absoluta debilidad (luego de varios reveses judiciales y frente a un calendario que se estrecha día a día). En segundo lugar, porque Argentina no tiene demasiadas alternativas a su disposición, más que emitir nueva deuda con condiciones que resulten aceptables para los holdouts. Por último, está el tema de la interpretación de la cláusula RUFO y los potenciales reclamos que pudiera causar un acuerdo con los holdouts de parte de los bonistas que decidieron ingresar a los canjes de 2005 y 2010.
Pero, vale la pena remarcar que la saga hold outs ha distraído a todos de los problemas macro fundamentales que tiene la Argentina. Ni el déficit fiscal, ni la inflación, ni la recesión, ni el desastre de precios relativos se resuelven incluso cuando la saga tenga un final feliz.
El gobierno después de devaluar sólo encaró con relativo éxito la normalización de los conflictos internacionales, con la intención de conseguir dinero fresco mediante nuevo endeudamiento externo. Esa posibilidad también está hoy severamente cuestionada, incluso si hay final feliz para los hold outs. Porque si Argentina paga este fallo con bonos, los bolsillos que estaban con apetito por riesgo argentino ya se habrán llenado de los bonos emitidos en estos últimos meses (ninguno de los cuales produjo dinero fresco). Los de Repsol, los de Elliot, y los del resto de los hold outs que vengan a cobrarse en las mismas condiciones de Elliot. (USD6,000 Millones de Repsol; USD1,500 Millones de Elliot; y hasta un máximo de USD13,500 Millones del resto de los hold outs). Resulta difícil suponer que haya mercado para más bonos soberanos argentinos.
En síntesis, reitero incluso si hay final feliz, Argentina se encontrará que sigue el déficit, sigue la inflación, sigue la recesión, siguen los problemas de precios relativos, y siguen las dificultades para que los dólares no luzcan escasos (lo que, por cierto, el BCRA continúa disimulando pisando dólares para pagar importaciones). Claro que esto no significa que no convenga hacer todo lo posible para alcanzar tal final feliz. Mucho peor sería caer, por inacción o tozudez, en un nuevo default. Argentina tiene hoy un perfil de deuda razonable y no tendría sentido entrar en un largo proceso para reestructurarla. Además, la combinación de estar en desacato con los tribunales americanos y un nuevo default significaría fuertes restricciones para el financiamiento del comercio exterior argentino, incluso para sus empresas privadas más emblemáticas. Otro lujo que la Argentina no debería darse en un contexto ya recesivo, donde las exportaciones lucen como la única alternativa para sostener, aunque más no sea parcialmente, el nivel de actividad económica.
Durante los próximos 30 días, el humor del mercado estará signado por lo que haga la Argentina en pos de alcanzar una solución que permita pagarle a los reestructurados y cumplir con el fallo de los tribunales de New York. Pero, aún cuando la alcance, los problemas macro no se resolverán por arte de magia. La épica y el voluntarismo no forman parte de ninguna receta conocida de política económica.