Argentina está dejando pasar un contexto externo sencillamente excepcional.  Estamos frente a un desperdicio de proporciones pocas veces vista.  Los argentinos y el mundo se preguntan cuánto tiempo más puede Argentina soportar una tasa de inflación tan ridiculamente alta sin hacer nada.  Cuando el desafío de otros países similares pasa claramente por otro lado, Argentina se sumerge en una catástrofe macroeconómica por, precisamente, la ausencia de políticas macro económicas sanas y sustentables.

Hace un tiempo que la presidente de Argentina y otros funcionarios de su gobierno han desistido de tratar de convencernos que el mundo está en crisis y que si algo anda mal es el mundo y no la Argentina.   La contundencia de los hechos los obligó finalmente a desistir:

– El mundo emergente, nuestros mercados, crecen a tasas 1.5 veces más altas que en las décadas previas.

– Las tasas de interés internacionales son las más bajas de la corta historia del capitalismo global.

– El poder adquisitivo de nuestras exportaciones en términos de nuestras importaciones es el más alto desde la segunda guerra mundial.

– Las clases medias latinoamericanas crecen por millones año tras año (nada menos que 150 M de personas en los últimos 15 años!).

Pero el desperdicio no tiene sólo que ver con lo que sucede en el contexto internacional.  La EIA (Energy Information Administration) de los Estados Unidos informó hace unos días que Argentina ocupa el segundo lugar en el mundo en reservas de gas no convencional (Shale Gas), superando en ese lugar a EE.UU. (país que hoy tiene el liderazgo en cuanto a producción de ese recurso a escala global).  La tecnología para aprovechar los recursos energéticos no convencionales ha progresado aceleradamente en los últimos años.  Y una verdadera revolución del shale gas está cambiando el mapa energético mundial, con consecuencias geo-económicas y geo-políticas difíciles de cuantificar y predecir aún.  Mientras hace apenas unos años Argentina corría con ventaja para iniciar el proceso de poner en explotación los recursos descubiertos, hoy dicha ventaja ha prácticamente desaparecido.  La expropiación de YPF a Repsol ha tenido consecuencias muy claras sobre la predisposición del capital internacional a participar en la explotación de tales recursos.  E YPF, a pesar de los esfuerzos de su management, no está en condiciones de avanzar en tal explotación por sí sola.

Argentina y los argentinos estamos acostumbrados a las «oportunidades perdidas».  Pero la magnitud de este desperdicio luce francamente desvastador y desolador.

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