El gran interrogante del año que acaba de empezar es si se podrá evitar la fase de aceleración final de la crisis de confianza en la que se debate Argentina desde hace tres años.
- LA NIÑA
Desde comienzos del otoño hasta bien entrada la primavera, la región agrícola sudamericana atravesó una intensa sequía, como resultado del fenómeno denominado «La Niña». Lo cual dio origen a una reducción de la campaña de trigo del orden de las 3 millones de toneladas (un -15%) respecto a la anterior.
Por su parte, el avance de la siembra de maíz y de soja está por debajo de las estimaciones y por debajo de la que se registraba a esta altura del año pasado. Si bien los precios de exportación jugarán a favor (sobre todo el de la soja), y los pronósticos climáticos son algo más alentadores, la incertidumbre regulatoria, exacerbada ahora por la disposición que prohíbe exportar maíz hasta fines del primer trimestre, hará que el productor sea muy precavido a la hora de liquidar lo que haya cosechado. Resulta sorprendente que las autoridades económicas hayan puesto en riesgo la disponibilidad de las divisas provenientes del campo, en un contexto de tanta incertidumbre y justo cuando más se las necesita.
- LATINOAMÉRICA
La crisis sanitaria sorprendió a la mayoría de los países de la región con varios años de bajo crecimiento y fuertes reclamos sociales y políticos. El 2019 fue un año convulsionado en casi todos los países de la región y con recambios presidenciales que evidenciaron las dificultades para satisfacer los reclamos de clases medias que habían florecido en las primeras décadas de este siglo.
El 2021 será un año con una agitada agenda electoral (elecciones generales en Chile, Ecuador, Perú, Nicaragua, Honduras y de medio término en México y Argentina); y el desafío para la mayoría de los gobiernos pasará por atender las necesidades de los sectores más afectados por la crisis sanitaria, sin que ello termine de afectar irreversiblemente la estabilidad fiscal y monetaria (que en muchos países llevó tantos años conseguir).
- BIDEN
La agenda del nuevo presidente norteamericano estará dominada por el mismo desafío que mencionamos anteriormente. Sobre todo si se tienen en cuenta sus promesas electorales. Así que es de esperar que comprenda la encrucijada que enfrentan los gobiernos regionales y que eventualmente apoye iniciativas que favorezcan el financiamiento de los soberanos de la región. Sin embargo, no hay que perder de vista que la agenda interna ocupará buena parte del tiempo y de los esfuerzos de la nueva Administración. Y que la agenda internacional, estará inicialmente dominada por la cuestión China (y eventualmente, Rusia).
- COVID-19
Seguimos sin tener un conocimiento preciso de cuánto tiempo más seguiremos amenazados por el virus; si habrá necesidad de nuevas medidas restrictivas; si las vacunas y su inoculación serán lo suficientemente oportunas y exitosas como para evitar esas medidas; y si la nueva normalidad será realmente nueva o si los patrones de consumo, producción y las actividades sociales y recreativas retomarán sus viejos patrones prepandémicos. Asimismo, es probable que la propagación del virus no se contenga por completo hasta el arranque del próximo verano. Por lo tanto, las políticas de estímulo y compensación que se impulsaron en 2020 tal vez deban reeditarse en 2021.
- FMI
Claro que esto último tendrá que estar puesto en blanco y negro a la hora de delinear el programa que servirá de base del próximo acuerdo con el FMI. Si bien el papel resiste cualquier cosa, alguna prueba de que el Gobierno está dispuesto de pasar del terreno de las promesas al de la acción será necesaria si se pretende evitar nuevas rondas de desconfianza y corrida contra las reservas y depreciación del peso. Es probable que el Acuerdo contenga algún componente de dinero fresco, pero, atención, sin un cambio de políticas que genere mayor confianza, lo más probable es que esos fondos no incrementen las reservas por más allá de un par de meses.
- DÉFICIT
No hay posibilidad de estabilizar la macro sin una consolidación fiscal del orden de la que ha prometido el ministro Guzmán. Pero las dudas que sólo se trate de promesas que no podrán ser llevadas a la práctica son enormes. No sólo por la magnitud del ajuste, de unos 5 puntos del PBI si se busca cumplir con lo presupuestado, sino también porque se trata de un ajuste sin precedentes en nuestra historia y que habría que lograrlo en un año de elecciones de medio término que son claves para los objetivos del oficialismo. Lo más probable es que el FMI perdone algunos desvíos, pero ello no implica que la dinámica macro lo haga.
- RESERVAS
Las reservas líquidas del BCRA se encuentran en niveles mínimos y más allá de la tranquilidad cambiaria de los últimos dos meses, han seguido cayendo. Y si bien podría esperarse cierta recomposición, gracias al acuerdo con el FMI y una eventual buena cosecha (más por precios que por cantidades), los dólares seguirán siendo la mercadería más escasa de la economía argentina. Si la complacencia lleva a que el Gobierno se quede en el terreno de las promesas, las presiones sobre la brecha volverán a estar a la orden del día y la capacidad de las autoridades para evitar una aceleración de la crisis o corrida cambiaria serán limitadas.
- DÓLAR
La cotización del dólar en los mercados alternativos, que es donde las operaciones se realizan con más libertad, sintetiza lo que pensamos acerca de la situación actual y la evolución futura de la demanda y oferta de pesos, las reservas, el déficit fiscal y su financiamiento, la inflación, las tasas de interés, la actividad económica, la balanza comercial, la situación social y política, etc. La brecha es siempre sinónimo de que algo anda mal. Y una brecha del orden del 80% es casi tan gravosa como una superior al 100% para el cálculo económico. Las inversiones se posponen, la generación de empleo languidece y el consumo se vuelve defensivo y se vuelca a bienes que lucen una protección a futuras (y casi seguras) depreciaciones.
- ELECCIONES
El Gobierno enfrenta el año electoral con el dilema de mantener las políticas fiscales y monetarias y de precios e ingresos que impulsó durante la cuarentena, con el fin de mantener bajo control las demandas sociales y la situación política, aun cuando ello signifique arriesgarse a entrar en una fase de aceleración de la crisis cambiaria; o bien, volver a un camino sustentable de responsabilidad fiscal y monetaria, incluso cuando ello signifique profundizar las tensiones sociales. Está claro que será la política la que tendrá la última palabra, pero la macro no perdona que se la deje a un lado indefinidamente y mucho menos cuando los desequilibrios son de una magnitud tal que obstaculizan el crecimiento económico e invitan al descontrol nominal.
- RUMBO
La viabilidad del sector privado argentino está amenazada. Viejos dogmas y prejuicios ideológicos condenan la rentabilidad privada, sin caer en la cuenta de que casi no quedan sectores o actividades rentables. Argentina es un laboratorio único que muestra que no hay políticas sociales que compensen las consecuencias de esas malas políticas económicas y de que con esas políticas no es posible salir de la pobreza. Pero esa evidencia acumulada durante tantas décadas también deja abierta una ventana de esperanza. No es verdad que ya hemos intentado todo. Todo lo contrario. Gobierno tras gobierno han aplicado las mismas recetas. Y cuando la situación lució tranquila, rápidamente la complacencia hizo de las suyas. En 2021 la administración Fernández tiene la posibilidad de mostrarnos qué clase de gobierno quiere ser. Ojalá nos sorprenda.
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