Argentina carece de una política macroeconómica consistente.

Tenemos inflación (muy alta), apreciación real o encarecimiento en dólares de los bienes y servicios locales (y del trabajo) y baja rentabilidad micro.  Hay déficit fiscal y la cuenta corriente del balance de pagos no deja dólares suficientes para todos sus usos.

Asimismo, si bien hay indicios que nos muestran que estamos saliendo de la recesión, la recuperación que tenemos por delante será pobre, amarreta:  estamos acostumbrados a las V cortas: caemos muy rápido y nos recuperamos rápido.  Tan rápido que ciertos funcionarios argentinos pueden darse el lujo que China crece (o crecía) a tasas argentinas.  En las últimas 3 recuperaciones: la posterior al Tequila, la del 2002/2003 y la del 2008/2009, 8 trimestres después del peor momento, el nivel de actividad se había recuperado entre un 17 y un 20% (ver Gráfico en la Sección las Slides de 2012 en este blog).

Pero ahora estamos frente a una U (una suerte de amplia sonrisa): no más de un 3 o 4% en los próximos años.  Las U, a diferencia de las V, no generan contagio ni euforia y no ayudan a ocultar los defectos o las inconsistencias macro como tampoco ayudan a que la opinión pública se olvide de los atributos menos deseables de sus gobiernos.  Es así, las V tapan todo, con 8% de crecimiento la corrupción, el estatismo, el populismo, la falta de orden y la ausencia de república y libertad pasan a segundo plano.  Son el reclamo de los “descontentos de siempre”.   La U que tenemos por delante promete que el descontento creciente y los reclamos no se acallen de un día al otro.

La recesión agravó la sensación de fin de ciclo.  Hace tiempo que muchos argentinos se preguntan lo que puede pasar y se responden y en algunos casos siguen comportamientos de crisis: “ya la vivimos” o “ya sabemos cómo termina esto” son pensamientos en voz alta que se repiten.

Pero a pesar de la mala política económica y de unos fundamentos macro inconsistentes, las crisis requieren de dos elementos más para que se perfeccionen,  un elemento que coordine expectativas y que la gobernabilidad sea un problema.  Por lo general la coordinación de expectativas la produce un shock o un evento con consecuencias lo suficientemente graves como para que se perciba de manera incontrastable que “no va más”.  En 2011 o durante este 2012 nos preguntamos si la crisis europea o la Niña y una eventual sequía serían ese shock.  Hoy nos preguntamos si podrán ser el Niño y sus inundaciones las que dejen a la Argentina con menos dólares y más cerca de una crisis.  O si será el default jurídico de la deuda que hoy está performing.  Si eso será en febrero o en junio o en diciembre próximos…no lo sabemos pero lo más probable es que en algún momento del año que viene Argentina entre en un default.

Si una u otra eventualidad o algún otro evento, serán suficientes para coordinar los comportamientos y las expectativas, no lo sabemos.  Hay riesgos que así lo sea.  Pero hay otro factor igualmente relevante: qué escenario de gobernabilidad tendremos?  Cualquier shock o evento o error de política económica pueden convertirse en la gota que derrama el vaso PERO las cosas no pasan en abstracto.   La situación política, la aprobación presidencial y la fuerza de la oposición resultan y resultarán claves para que un evento pase de ser una mancha más al tigre a esa gota que derrama el vaso.