Por Luis Secco

 

La política económica de las próximas semanas enfrenta tres desafíos o urgencias que hay que atender cuanto antes:

El exceso de pesos y la escasez de dólares. En los últimos días asistimos a una esperada aceleración de la demanda de dólares para atesoramiento (sucede siempre antes de una elección), que podría continuar en las próximas semanas aun cuando la elección de hoy termine por ser la última del año. Es inevitable que las reservas resulten cada vez más escasas y que los pesos sean cada vez más abundantes (dadas las necesidades del Tesoro). El BCRA deberá decidir entre dejar que el peso se deprecie en el segmento oficial y aceptar las consecuencias inflacionarias de hacerlo, o establecer controles muchísimos más estrictos o desdoblar el mercado cambiario. O, eventualmente, intentar absorber los pesos excedentes a tasas muchísimas más altas que las actuales. Lamentablemente, en todos los casos, la probabilidad de evitar un fogonazo inflacionario durante los próximos meses resulta por cierto muy reducida.

El pago de los vencimientos y la renegociación de la deuda del Tesoro. Este tema es tan espinoso y urgente como el anterior. No se debería perder más tiempo en encarar una decisión que ya fue tomada. Cuanto más se demore, más tiempo se necesitará para volver a reacceder a los desembolsos del FMI y al financiamiento voluntario del mercado. Y, por lo tanto, durante más tiempo se deberá descansar en el financiamiento inflacionario del Central, agravando la inestabilidad nominal durante un período más largo.

Las demandas sociales. En este marco de inestabilidad nominal creciente y fuertes restricciones frente a la ausencia de un financiamiento no inflacionario del desequilibrio fiscal, las demandas sociales seguirán en aumento. La pérdida del poder adquisitivo se acelerará durante los próximos dos trimestres y cualquier intento de compensarla con medidas fiscales no tendrá efectos duraderos. Porque como dijimos anteriormente la única forma de financiar un desequilibrio fiscal mayor será utilizando el balance del BCRA, lo que asegura más temprano que tarde más inflación y menores ingresos reales.

Si gana la oposición en primera vuelta, el carácter cooperativo o no de la transición es una cuestión central. Los desafíos que presentamos previamente pueden resultar mucho más difíciles de manejar en el caso de que no resulte cooperativa. Por lo tanto, lo primero que habrá que mirar es si producen señales o indicios acerca de su naturaleza. Hasta el momento, tal vez condicionados por el fragor de los discursos electorales, los actores principales de esa transición no han dado señales demasiado constructivas al respecto. Cuanto menos cooperativa resulte, mayor será el riesgo de actuar demasiado tarde en los tres frentes, agravando las consecuencias con las que tendrá que lidiar el próximo presidente desde el 10 de diciembre. Es un error pensar que el simple cambio de gobierno implique que los problemas se resuelvan de la noche a la mañana. No es solo una cuestión de nombres, de ideología o de poder/gobernabilidad, o de saber usar de dicho poder/gobernabilidad. Pensar que “con política alcanza” es un ticket seguro a que los problemas y la inestabilidad macro lejos de reducirse, se agraven.

Ahora bien, si el oficialismo consigue forzar un ballottage (que sigue siendo el escenario de menor probabilidad), los ojos deberán posarse esta misma noche en la reacción de la oposición. No es descabellado pensar que podría iniciarse un período de alta tensión política (y callejera) por cuanto resulta muy probable que la oposición no acepte mansamente que haya perdido la ventaja obtenida en las PASO y que tenga que enfrentar una segunda vuelta de resultado muy incierto. Lamentablemente, la ola de violencia que azota la región no me permite ser optimista en este sentido. Los precios de los activos de riesgo de Argentina (incluido el peso) no reflejan un escenario de ballottage por lo que podrían mejorar; pero, de producirse la mencionada dinámica política, es probable que dicha recuperación no se produzca, sino todo lo contrario.

Luis Secco

*Economista, director de Perspectiv@s Económicas

 

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